En 1921, se publicaba el censo de la población de Inglaterra y Gales:
- 18.082.220 hombres
- 19.803.022 mujeres
Es decir, aproximadamente 1.700.000 mujeres solteras. Con 750.000 soldados británicos muertos, en la década de 1920 comienza a hablarse de "las mujeres del excedente". Este es el tema principal que desempolva Virginia Nicholson en su libro "Singled Out. How Two Million Women Survived without Men after the First World War", en castellano "Ellas solas (un mundo sin hombres tras la Gran Guerra)", Turner, 2008 y traducción de Rocío Westendorp.

“¿Cuál era el sentido de ganar la guerra (...) si ninguno de los hombres que la ganaran iba a vivir? Los periódicos titulaban sin cesar “¿Quién muere si Inglaterra sobrevive?” Pero, después de todo, ¿qué era Inglaterra?”, se preguntaba la novelista Irene Rathbone.
A finales del siglo XIX, se esperaba que las mujeres se
casaran: era “la máxima aspiración en la vida de una mujer”, para “lo que había
nacido”, “el matrimonio era el modo de vida normal.” Las ilusiones iban desde la preparación de la boda y las damas de honor al color del vestido para la "luna de miel".

El temor y crítica del mundo masculino a las mujeres solteras aumentó según fueron demostrando su capacidad de ganar dinero: “como consecuencia de una tragedia histórica,
dejaron de depender económicamente de los hombres y se vieron obligadas a
construir su propia identidad y su futuro bienestar”.
Pero fue un proceso difícil y paulatino: “En 1917, la directora
del instituto femenino Bournemouth se dirigió a una asamblea de sexto curso (la
mayoría guardaba luto por algún miembro de su familia) de la siguiente manera:
“Voy a deciros algo terrible. Sólo una de cada diez de vosotras se casará (…)
Casi todos los hombres que se podían haber casado con vosotras está muertos.
Debéis abriros paso en este mundo lo mejor que podáis”.
Rosamund Essex escribiría en sus memorias, sesenta años
después: “No habría maridos, ni niños, ni sexo”.

Incluso una destrozada Vera Brittain se vio en este equívoco tratando de conocer más detalles sobre la muerte de su hermano a través del que había sido su coronel: en el hospital, “rondaba a los pies de su cama” y aprovechaba cada oportunidad para hablar con él, pero se mostraba “engreído, frío y distante. Parecía creer que la pretensión de cada mujer que conocía era casarse con él”.

Unos dos millones de mujeres habían sustituido a los hombres en las fábricas, como mecánicas, conductoras de autobús... Pero había un consenso generalizado sobre la devolución de esos trabajos a los hombres cuando volvieran de la guerra: "Las mujeres que protagonizan este libro aprendieron a no ser dependientes de sus maridos (…) entendieron esto como una necesidad vital, y al hacerlo muchas de ellas se reinventaron valientemente.”
Muchas aunaron fuerzas, y comenzaron a vivir en parejas de amigas, por economía pero también buscando apoyo; se asociaron para defender sus intereses, por ejemplo en el tema de las pensiones. Y en los años 20 iniciaron un cambio de imagen: melenas más cortas, moda de aires masculinos… Pero no sería sólo estético.
Años 20: charleston en un escenario londinense
Se había concedido el voto a las terratenientes mayores de treinta años en 1918; pero la
mayoría de los hombres “consideraba que reconocer el derecho al voto para las
mujeres era algo antinatural”. Habrían de pasar unos cuantos años más.
En el último capítulo, que titula "El espléndido ejército de las mujeres", Virginia Nicholson cita unas palabras de Doris Lessing recordando "con ira" el desastre que fue la Primera Guerra Mundial en su autobiografía ("Bajo mi piel", 1994):
Vidas sin vivir. Niños sin nacer. Con qué perfección hemos olvidado el daño que hizo la guerra a Europa. Pero aún vivimos con él. Quizá si "la flor de Europa" (como se los llamaba) no hubiera muerto, y aquellos hijos y nietos hubieran nacido, no estaríamos viviendo ahora en el continente tal mediocridad, desorden e incompetencia.

Cronológicamente, han pasado 100 años. Es un gran trabajo sobre nosotras, las mujeres; cómo, paradójicamente, la
tragedia de una guerra mundial abrió el significado de nuestras vidas; sobre
reinventarse; sobre las leyes que regulan derechos. El reconocimiento
de nuestra igualdad como personas que respiramos no brota de las fuentes ni de
los árboles espontáneamente, ni han sido regalos de Navidad: son luchas muy concretas de personas muy concretas, ha habido que
luchar por ellos, que pelear, que estar ahí, a
precios muy altos la mayoría de las veces.
Para recordar que no es fácil, que nunca es fácil.
Para recordar que no es fácil, que nunca es fácil.
Enlaces
-Entrevista con Virginia Nicholson (nieta de Vanessa Bell, la hermana de Virginia Wolf):
http://www.dailymail.co.uk/home/books/article-1024405/INTERVIEW-Meet-Virginia-Nicholson-author-Junes-book-Singled-Out.html-Entrevista con Virginia Nicholson (nieta de Vanessa Bell, la hermana de Virginia Wolf):
-Página de Virginia Nicholson:
http://www.virginianicholson.co.uk/singled-out
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