sábado, 25 de enero de 2014

Poeta de guardia X: Esther González

El tiempo ha corrido contra mí estos últimos días, o yo he sido más lenta de lo habitual. La entrada que tenía medio preparada se retrasa.
Así que recurro a uno de mis poemas, inconscientemente escrito -quizá hasta algo premonitorio- en el año 2000, después de visitar el coro de una catedral y fijarme en las imágenes talladas en la sillería.
Saludos.


La ciudad tenía forma de pez, de pájaro y de mono.
Pero sólo podía ser vista desde lo alto.

En el suelo
qué oscuridad, cuánto rincón secreto.

En el coro
un jinete mono montando un caballo,
una dama sin velo curando al unicornio herido,
un mono que alimenta a un búho.

En el mercado
un corro de monos preparando el nuevo milenio,
                 lo que ha de pasar, lo que hay que celebrar,
                 lo que hay que comprar
                                 y vender.

sábado, 18 de enero de 2014

Poeta de guardia IX. "No quiero": Angela Figuera.

No quiero
que los besos se paguen
ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento (...)

No quiero
que haya frío en las casas,
que haya miedo en las calles,
que haya rabia en los ojos.

No quiero
que en los labios se encierren mentiras,
que en las arcas se encierren millones,
que en la cárcel se encierre a los buenos (...)

No quiero
que la tierra se parta en porciones,
que en el mar se establezcan dominios,
que en el aire se agiten banderas,
que en los trajes se pongan señales.

No quiero
que mi hijo desfile,
que los hijos de madre desfilen
con fusil y con muerte en el hombro;
que jamás se disparen fusiles,
que jamás se fabriquen fusiles.

No quiero
que me manden Fulano y Mengano,
que me fisgue el vecino de enfrente,
que me pongan carteles y sellos,
que decreten lo que es poesía.


No quiero 
amar en secreto,
llorar en secreto,
cantar en secreto.

No quiero
que me tapen la boca
cuando digo NO QUIERO.



Angela Figuera nace en Bilbao, en la calle Espartero, en 1902.
Perteneció a la primera promoción de mujeres que cursó el bachillerato en la península.
El fallecimiento de su padre supondría una merma económica, por lo que el último curso de Filosofía y Letras lo realizaría en Madrid, con la ayuda de su tío. Dio clases particulares, y también en el Colegio Decroly y en el Montessori.
Al terminar la carrera, se promete con su primo Julio Figuera, y en 1933, tras preparar unos cursillos para catedrático de Instituto es destinada a Huelva y se casan. Julio había ingresado en el Cuerpo de Estadística.
El 15 de julio de 1936, los dos se encuentran en Madrid para un cursillo complementario de Angela que le permita confirmar su plaza de catedrática. Con "la sublevación de Franco en Marruecos" *, Julio se alista en las milicias republicanas y Angela, embarazada, dará a luz el 30 de diciembre a su hijo Juan Ramón. Evacuados a Valencia, lograrán pasar juntos los últimos siete meses de la guerra.

EXODO
Una mujer corría.
Jadeaba y corría.
Tropezaba y corría.
Con un miedo macizo debajo de las cejas
y un niño entre los brazos.

Corría por la tierra que olía a recién muerto.
Corría por el aire con sabor a trilita.
Corría por los hombres erizados de encono.

Miraba a todos lados.
Quería detenerse.
Sentarse en un ribazo y con su hijo menudo.
Sentarse en un ribazo y amamantar en paz (...)

Buscaba cerca y lejos.
Buscaba por las calles,
por los jardines y bajo los tejados,
en los atrios de las iglesias,
por los caminos desnudos y carreteras arboladas.
Buscaba un rincón sin espantos (...)

Y corría y corría.
Dio la vuelta a la tierra.
Buscando.
Huyendo.
Y no encontraba sitio.
Y seguía corriendo (...)

El fin de la Guerra Civil significó para los republicanos la privación de titulaciones, pérdida de empleos y bienes. Tratando de mejorar sus condiciones de vida, la familia se traslada a Madrid.
En 1948, aparece su primer libro: "Mujer de barro".

En los años 50 se produce un cambio tanto de estética como de conciencia, en la que su poesía se alza contra la injusticia social e, implícitamente, contra la poesía esteticista. Con "El Grito Inútil", se consolida su nueva manera de escribir.
Es en 1958, tras una estancia en París, con prólogo de León Felipe, cuando se publica en Méjico "Belleza Cruel": causa un gran impacto. 
A esta obra pertenece "Sólo Ante el Hombre", poema que, en palabras de la autora, "refleja de manera bastante exacta mis sentimientos en nuestra postguerra." Nuestra poeta se reafirma en su sentir en "Toco la Tierra" (1962), con poemas como "En Tierra Escribo".
A partir del nacimiento de su nieta, se dedicó a escribir poesía infantil y reunió algunos de los cuentos que narraba a su nieta por las noches en "Cuentos tontos para niños listos", que "se publicaron en México con ocasión del Año Internacional del Niño y que se reimprimieron después en España" *, sin olvidarse nunca de la vertiente social, reflejada en el poema "Vietnam".
Junto a Blas de Otero y Gabriel Celaya, forma parte del "triunvirato vasco" de la poesía de postguerra, aportando la visión de una mujer ante las grandes cuestiones sociales.


Angela Figuera murió en Madrid el 2 de abril de 1984.
Julio Figuera se dedicó desde entonces, hasta su muerte, en 1994, a la obra de su esposa, para evitar que cayera en el olvido. En1986, la editorial Hiperión publicó la primera edición de sus "Obras completas".
En uno de los últimos párrafos de la "Nota preliminar", escribe Julio: "Su último libro para niños, "Canciones para todo el año", no llegó a verlo publicado porque apareció después de su muerte".
De la época de su juventud sólo se conserva un cuaderno de unas doscientas hojas con poemas que ella no quiso publicar.
Roberta Quance señala en la Introducción a las "Obras completas" una forma similar, con Rosalía de Castro, de identificarse "particularmente con la suerte de las madres. La poesía de Angela nacerá del mismo impulso compasivo pero, sea éste natural o no, ella lo llevará hasta las últimas consecuencias, hasta que se configure en su poesía toda una "política materna", es decir, "un argumento contra el hambre, la pobreza, la violencia, la opresión, la guerra."
Fuentes:
- Agradecer a Dolores Corzo otra vez su guía hacia una gran poesía y su participación en la elaboración de esta entrada.
- "Angela Figuera Aymerich. Obras completas". Hiperión, 2009. Nota Preliminar de Julio Figuera*.
- Artículos de José Ramón Zabala:
http://angelafigueraaymerich.gipuzkoakultura.net/index-es.php
http://www.euskonews.com/0255zbk/gaia25501es.html (traducción de Koro Garmendia)

Enlace recomendado:

http://amediavoz.com/figuera.htm
Fortuna favorece a los exploradores.
Buceando por la Red, buscando poemas de Angela Figuera cuando no podía consultar el libro, me he encontrado con esta excelente página dedicada a la poesía.
Os transcribo las circunstancias de su creación y de su creadora, Graciela Henao Londoño, absolutamente conmovedoras: "Nació en Manizales (...), Colombia, en abril de 1939 (...) Fue jefe por varios años del Departamento de Fisioterapia del Hospital Infantil de Manizales y posteriormente abrió su consultorio, el primero que hubo en Manizales (...) En 1998 le diagnosticaron un carcinoma en su ojo derecho, diagnóstico que enfrentó con valentía; y como terapia se dedicó  a la elaboración de esta página –con el seudónimo de “Grace”- convirtiéndose así en experta en este tema que le apasionó desde pequeña; y continuando al mismo tiempo con su trabajo profesional.  Fue una vida dedicada a servir y al disfrute de la poesía". Falleció en enero de 2013.

viernes, 10 de enero de 2014

"Los soldados de la vergüenza"

"Los soldados de la verguenza" es un libro de Jean-Yves Le Naour sobre los soldados franceses que durante la Primera Guerra Mundial o "Gran Guerra" sufrieron la llamada entonces "neurosis de guerra" o shell-shock, síndrome actualmente denominado Trastorno por Estrés Postraumático:
http://www.dsm-iv.org.es/indice-del-manual/70110-criterios-para-el-diagnostico-de-f431-trastorno-por-estres-postraumatico-30981.ht

http://thebioscope.net/2008/05/18/shell-shocked/
http://vimeo.com/50483086

La mayoría de los combatientes la padecieron y padecen, en mayor o menor medida, en uno o varios episodios a lo largo de toda la guerra; y si habéis ojeado el blog de vez en cuando, habréis leído que lo he mencionado al hablar de Wilfred Owen, Siegfried Sassoon o hacer referencia a George Grosz. 
Vimos los dibujos de Otto Dix; Robert Graves relata en "Adiós a todo esto" cómo después de la guerra, al volver con Edmund Blunden, otro de los War Poets, a Oxford para realizar unos cursos de literatura, podía contemplar en plena clase, delante de él, con absoluta nitidez, cómo se desarrollaba alguno de los combates en los que había tomado parte. Sufrió este tipo de episodios durante muchos años; al final de su vida, su hija Lucía relataba que se creía de nuevo en las trincheras. 
El mismo Sassoon, tan bravo en la "tierra de nadie", durante una de sus convalecencias veía arrastrase por el suelo del hospital de Londres, durante la noche, a soldados despedazados, hasta el borde de su cama.
Pero en 1914, los síntomas del estrés postraumático, después de horas de escuchar un bombardeo, probabilidad cierta de morir enterrado por derrumbe de un refugio, ... no se identificaban como una reacción a lo que experimentaban, sino que se confundían con otra cosa: la cobardía.
Marga Corzo nos traduce la Presentación de este libro, aún no publicado en España:
"No están muertos pero nunca regresaron del frente al que la Gran Guerra les envió. El bautismo de fuego, el horror, la tragedia...no lo soportaron y se volvieron locos o se quedaron paralizados. Jean-Yves Le Naour vuelve sobre la desconocida historia de estos soldados cuyo número se estima en unos 100.000
Enfrentados cotidianamente al espectáculo del horror, los “poilus” no se restablecieron jamás de esta prueba de espanto, Algunos fueron encontrados errando perdidos por el frente o aullando sin razón aparente; otros, conscientes, estaban sordos, o plegados en dos, incapaces de enderezarse. En Inglaterra se denominó a este síndrome “shell shock”. Estos heridos fueron tan numerosos que sólo en Francia se cuentan unos 100.000 casos, por lo menos.
Para los médicos franceses, sin embargo, estos soldados son un fraude, están haciendo una comedia y no merecen la pensión de invalidez que reclaman. Con el fin de probarlo, uno de ellos idea el curarlos a través de la electricidad: es el denominado “torpillage” (el torpedeo), un shock para curar otro! Lo ejecuta públicamente en sesiones ejemplarizantes, a pesar de ser traumáticas por la brutalidad del sufrimiento que provocaban...
Baptiste Deschamps, que no es ni un traidor ni un loco, rechaza el tratamiento.
El asunto se empieza a conocer y un diputado se ofrece a ayudarle y desencadena, en plena guerra, una tormenta mediática que recuerda a la del asunto Dreyfuss. El soldado gana el proceso pero, la medicina, cabezota, continuará estos experimentos sostenidos por el Estado. Poco importa si, del otro lado del Rhin, un cierto Freud sostiene que sólo la guerra explica este tipo de nuevas neurosis y sostiene su inocencia. ¿No es un austriaco? ¿La locura no se produce en el terreno de los Alemanes?
Esta misma historia se volverá a vivir unos años después en la guerra del Vietnam, nos explica Jean-Yves Le Naour. El historiador nos da la medida de este drama desconocido a través de un relato trágico y conmovedor de estos soldados olvidados de la Gran Guerra.
Doctor en historia, profesor de cursos preparatorios, autor de documentales, Jean-Yves Le Naour ha escrito una veintena de obras entre las que se cuentan “El soldado desconocido vivo" o “La vergüenza negra: Alemania y el ejército colonial francés”
http://www.editions-perrin.fr/fiche.php?F_ean13=9782262033903

Verwundeter - Herbst 1916, Bapaume / Soldado herido - Otoño 1916, Bapaume
www.ottodix.org








Afortunadamente, no todos los médicos recurrieron a las descargas eléctricas, sino que se comportaron como científicos y seres humanos empáticos, como el doctor William Rivers, que atendió a Siegfried Sassoon, al que con gran admiración dedicaré una entrada a su altura en el aniversario de su nacimiento, en marzo.

(Y no olvidéis escribir poemas -no dejéis de hacerlo-, aunque sea sin palabras).

sábado, 4 de enero de 2014

Las Navidades de 1915 de Vera Brittain

Me apetecía empezar el año con una figura como Vera Brittain, un ejemplo más de la rápida transformación de una persona, de una mujer joven, en la que el tiempo de trayecto a la madurez se acorta.

Escritora, feminista, pacifista, Vera es otro miembro de ese ejército sin armas cuyas vidas cambiaron radicalmente de dirección al sumergirse en la brutalidad de la guerra.

Criada en un medio conservador y acomodado, educada primero por una institutriz y posteriormente en un internado en Kingswood, Surrey, la estrecha supervisión familiar fortaleció aún más la relación con su único hermano, Edward.
Vera quería ir a la Universidad, pero su padre, de acuerdo con la mentalidad de la época, consideraba que su educación debía orientarse hacia el matrimonio. Aún así, logró asistir a algún curso de la Universidad de Oxford.
En 1913, su hermano le presenta a uno de sus amigos, Roland Leighton, que la apoyó en su deseo de ir a la Universidad y, tras vencer la resistencia de su padre, estudia Literatura Inglesa en el Somerville College. 
El verano de 1914, Vera se examina y logra el ingreso en la Universidad de Oxford. Y la guerra estalla. Su hermano Edward y Roland, junto a otro amigo íntimo, Victor Richardson -Mary Connor, madre de Roland, novelista, les llamaba "Los Tres Mosqueteros"-, se alistan en el Ejército británico. Vera decide dejar sus estudios hasta que acabe la guerra y se prepara como enfermera en el Voluntary Aid Detachment (VAD). 
En la primavera de 1915, Roland es destinado al frente francés. Ese mes de agosto, se comprometen. 
Roland escribe a Vera muchas cartas, sobre toda clase de temas; sobre la guerra, sus sentimientos. También le envía algunos poemas. 
El día de Navidad de 1915, domingo, Vera Brittain aguardaba a Roland en Brighton.
El mar estaba muy agitado; la ausencia de noticias no era novedad, así que esperó con ilusión al día siguiente. Pero Roland no llegó.
Había fallecido dos días antes, revisando una trinchera con luna llena, barrido por una ametralladora.
Vera escribió el poema "Quizá", y en la dedicatoria no escribió, o no pudo escribir, el nombre completo de Roland. Sólo las iniciales: "Para R. A. L., muerto a causa de las heridas recibidas en Francia, 23 de diciembre, 1915."


(...) Quizá las praderas de tonos dorados
Alegren las horas del sol de primavera,
Que sienta el dulce aroma de las flores abrir,
Aunque tú te hayas ido de mí.

(...) Quizá algún día no me venza la pena

Al ver otro nuevo año pasar.
Y oír las canciones de Navidad de nuevo,
Que tú nunca podrás escuchar (...)


Como VAD, Vera Brittain había visto todo tipo de heridas, desde amputaciones a quemaduras, y había sobrevivido al alto porcentaje de muertes que se producía entre el personal sanitario destinado en Francia.
Pero cuando finalizó la guerra, casi cuatro años después, Vera había perdido  a su novio, a dos de sus mejores amigos -Victor (rozando la ceguera, aunque finalmente no superó sus heridas) y Geoffrey Thurlow-, y a su hermano Edward, en 1918, en el frente austro-italiano.
Conocería a Winnifred Holtby, y también se casaría, sí; y viviría en Estados Unidos y tendría dos hijos, y volvería con ellos a Inglaterra; pero ésa, como suele decirse, es "otra historia". 
Como sucede a veces en nuestras vidas cotidianas, o en circunstancias trágicas que involucran a naciones, la realidad había superado, y superaría, a la ficción.

Diecinueve días antes, el 6 de diciembre, John McCrae, médico, nombrado cirujano de campo de la Artillería canadiense y responsable del Hospital General nº 3, cerca de Boulogne-sur-Mer, publicaba en "Punch", anónimamente, "In Flanders fiels", uno de los más famosos poemas de la Primera Guerra Mundial. 
Lo analiza así Paul Fussell, en su muy recomendable "La Gran Guerra y la memoria moderna":
 "Se trata de un poema interesante porque se las ingenia para cumular el mayor número de motivos e imágenes conocidas (...) Sus nueve primeros versos utilizan familiares reclamos emocionales tales como las flores rojas de la elegía pastoril; las "cruces", indicativas del calvario y por tanto del sacrificio; el cielo, que se ve de manera especial desde los extremos de una trinchera (...) el antagonismo binario entre las cancioncillas de las alondras y el retumbar de los cañones (...) la concepción de los soldados como amantes (...):

En los campos de Flandes soplan las amapolas
entre las cruces, hileras sobre hileras,
que marcan nuestro territorio; y en el cielo
las alondras, que aún siguen cantando con bravura, vuelan
y apenas se las escucha bajo el clamor de los cañones.

Somos los Muertos. Hace pocos días
vivíamos, sentíamos el amanecer, veíamos el resplandor
                                                                    [de la puesta del sol,
amábamos y éramos amados, y ahora yacemos
en los campos de Flandes.
Traducción: Javier Alfaya, Barbara McShane y Javier Alfaya McShane.



John McCrae con Bonneau, el perro que adoptó en Francia, al parecer durante su estancia en Ypres (c. 1914) 
Fuente fotografía: www.greatwar.nl









In Flanders fields the poppies blow
Between the crosses, row on row,
That mark our place; and in the sky
The larks, still bravely singing, fly
Scarce heard amid the guns below.
We are the dead. Short days ago
We lived, felt dawn, saw sunset glow,
Loved, and were loved, and now we lie
In Flanders fields.
McCrae, también reputado profesor de Patología en varias universidades de Canadá -dos de sus estudiantes, cuando era tutor para pagarse la matrícula, fueron de las primeras doctoras de Ontario-, falleció, paradójicamente, de una neumonía con meningitis en suelo francés, en enero de 1918. Bonneau tampoco sobrevivió.

Enlaces interesantes:
http://www.oucs.ox.ac.uk/ww1lit/collections/leighton
http://www.spartacus.schoolnet.co.uk/Jbrittain.htm
http://www.historytothepeople.ca/then-man-behind-the-poem-guelph-ontarios-lt-col-john-mccrae/
http://windwrangler.me/2012/03/05/bonfire-the-chestnut-gentleman-2012/#comment-386