sábado, 4 de enero de 2014

Las Navidades de 1915 de Vera Brittain

Me apetecía empezar el año con una figura como Vera Brittain, un ejemplo más de la rápida transformación de una persona, de una mujer joven, en la que el tiempo de trayecto a la madurez se acorta.

Escritora, feminista, pacifista, Vera es otro miembro de ese ejército sin armas cuyas vidas cambiaron radicalmente de dirección al sumergirse en la brutalidad de la guerra.

Criada en un medio conservador y acomodado, educada primero por una institutriz y posteriormente en un internado en Kingswood, Surrey, la estrecha supervisión familiar fortaleció aún más la relación con su único hermano, Edward.
Vera quería ir a la Universidad, pero su padre, de acuerdo con la mentalidad de la época, consideraba que su educación debía orientarse hacia el matrimonio. Aún así, logró asistir a algún curso de la Universidad de Oxford.
En 1913, su hermano le presenta a uno de sus amigos, Roland Leighton, que la apoyó en su deseo de ir a la Universidad y, tras vencer la resistencia de su padre, estudia Literatura Inglesa en el Somerville College. 
El verano de 1914, Vera se examina y logra el ingreso en la Universidad de Oxford. Y la guerra estalla. Su hermano Edward y Roland, junto a otro amigo íntimo, Victor Richardson -Mary Connor, madre de Roland, novelista, les llamaba "Los Tres Mosqueteros"-, se alistan en el Ejército británico. Vera decide dejar sus estudios hasta que acabe la guerra y se prepara como enfermera en el Voluntary Aid Detachment (VAD). 
En la primavera de 1915, Roland es destinado al frente francés. Ese mes de agosto, se comprometen. 
Roland escribe a Vera muchas cartas, sobre toda clase de temas; sobre la guerra, sus sentimientos. También le envía algunos poemas. 
El día de Navidad de 1915, domingo, Vera Brittain aguardaba a Roland en Brighton.
El mar estaba muy agitado; la ausencia de noticias no era novedad, así que esperó con ilusión al día siguiente. Pero Roland no llegó.
Había fallecido dos días antes, revisando una trinchera con luna llena, barrido por una ametralladora.
Vera escribió el poema "Quizá", y en la dedicatoria no escribió, o no pudo escribir, el nombre completo de Roland. Sólo las iniciales: "Para R. A. L., muerto a causa de las heridas recibidas en Francia, 23 de diciembre, 1915."


(...) Quizá las praderas de tonos dorados
Alegren las horas del sol de primavera,
Que sienta el dulce aroma de las flores abrir,
Aunque tú te hayas ido de mí.

(...) Quizá algún día no me venza la pena

Al ver otro nuevo año pasar.
Y oír las canciones de Navidad de nuevo,
Que tú nunca podrás escuchar (...)


Como VAD, Vera Brittain había visto todo tipo de heridas, desde amputaciones a quemaduras, y había sobrevivido al alto porcentaje de muertes que se producía entre el personal sanitario destinado en Francia.
Pero cuando finalizó la guerra, casi cuatro años después, Vera había perdido  a su novio, a dos de sus mejores amigos -Victor (rozando la ceguera, aunque finalmente no superó sus heridas) y Geoffrey Thurlow-, y a su hermano Edward, en 1918, en el frente austro-italiano.
Conocería a Winnifred Holtby, y también se casaría, sí; y viviría en Estados Unidos y tendría dos hijos, y volvería con ellos a Inglaterra; pero ésa, como suele decirse, es "otra historia". 
Como sucede a veces en nuestras vidas cotidianas, o en circunstancias trágicas que involucran a naciones, la realidad había superado, y superaría, a la ficción.

Diecinueve días antes, el 6 de diciembre, John McCrae, médico, nombrado cirujano de campo de la Artillería canadiense y responsable del Hospital General nº 3, cerca de Boulogne-sur-Mer, publicaba en "Punch", anónimamente, "In Flanders fiels", uno de los más famosos poemas de la Primera Guerra Mundial. 
Lo analiza así Paul Fussell, en su muy recomendable "La Gran Guerra y la memoria moderna":
 "Se trata de un poema interesante porque se las ingenia para cumular el mayor número de motivos e imágenes conocidas (...) Sus nueve primeros versos utilizan familiares reclamos emocionales tales como las flores rojas de la elegía pastoril; las "cruces", indicativas del calvario y por tanto del sacrificio; el cielo, que se ve de manera especial desde los extremos de una trinchera (...) el antagonismo binario entre las cancioncillas de las alondras y el retumbar de los cañones (...) la concepción de los soldados como amantes (...):

En los campos de Flandes soplan las amapolas
entre las cruces, hileras sobre hileras,
que marcan nuestro territorio; y en el cielo
las alondras, que aún siguen cantando con bravura, vuelan
y apenas se las escucha bajo el clamor de los cañones.

Somos los Muertos. Hace pocos días
vivíamos, sentíamos el amanecer, veíamos el resplandor
                                                                    [de la puesta del sol,
amábamos y éramos amados, y ahora yacemos
en los campos de Flandes.
Traducción: Javier Alfaya, Barbara McShane y Javier Alfaya McShane.



John McCrae con Bonneau, el perro que adoptó en Francia, al parecer durante su estancia en Ypres (c. 1914) 
Fuente fotografía: www.greatwar.nl









In Flanders fields the poppies blow
Between the crosses, row on row,
That mark our place; and in the sky
The larks, still bravely singing, fly
Scarce heard amid the guns below.
We are the dead. Short days ago
We lived, felt dawn, saw sunset glow,
Loved, and were loved, and now we lie
In Flanders fields.
McCrae, también reputado profesor de Patología en varias universidades de Canadá -dos de sus estudiantes, cuando era tutor para pagarse la matrícula, fueron de las primeras doctoras de Ontario-, falleció, paradójicamente, de una neumonía con meningitis en suelo francés, en enero de 1918. Bonneau tampoco sobrevivió.

Enlaces interesantes:
http://www.oucs.ox.ac.uk/ww1lit/collections/leighton
http://www.spartacus.schoolnet.co.uk/Jbrittain.htm
http://www.historytothepeople.ca/then-man-behind-the-poem-guelph-ontarios-lt-col-john-mccrae/
http://windwrangler.me/2012/03/05/bonfire-the-chestnut-gentleman-2012/#comment-386

4 comentarios:

  1. Eran tiempos duros y. llenos de sufrimiento, pero si buceas en las cartas que se escribieron resulta que están llenas de poesía.
    Ahora es mucho más fácil escribir pero más difícil que la poesía pinte nuestras letras.

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    1. Un honor tenerte por aquí, Norberto, gracias por comentar.
      Y sí, las cartas son fascinantes, no necesitaban e-mails con el servicio de correo que tenían, incluso en plena guerra. ¿Hemos perdido poesía? No, creo que no. Creo que vamos muy deprisa, que nuestro tiempo corre confundido. Saludos cordiales, Norberto.

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  2. Son muchas las que se producen en circunstancias tan extremas como las de esta Guerra. Son historias que nos recuerdan qué somos y qué es lo importante, en esta época en las que, sin estar exactamente en guerra, nos estamos convirtiendo en individuos tan vulnerables.
    Vaya rollo que te he metido... ¡Gracias por comentar, Laura!

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