martes, 16 de diciembre de 2014

"Jules et Jim". Esa cosa que no se puede domar (2)

“La mayoría [de los distribuidores] no confía en la película. “¿Pero qué clase de película es ésta? ¡Un hombre que sujeta la vela mientras su mujer está haciendo el amor con otro! Tuvimos que oír de todo y François y yo [Marcel Berbert] fruncíamos el ceño.”
© Fotografía de Botti/Contacto 
Cuando Jules le pide matrimonio, Catherine le contesta: 
"Vd. no ha conocido a muchas mujeres… Yo, por mi parte, he conocido a muchos hombres; haciendo el promedio, quizá podamos formar una pareja honesta."

Jim publica su novela, entrega regalos a Jules y Catherine, que siguen viviendo juntos,  y les invita al teatro, a la obra de “un autor sueco” ["Casa de muñecas", de H. Ibsen]
La escena del final de la representación es diferente para los tres amigos. Mientras Jules y Jim aplauden con poca convicción, Catherine se esfuerza por aplaudir, y dice: “A pesar de todo, esa chica  me gusta. Quiere ser libre. Inventa su vida a cada instante.”
Aparentemente sin pensárselo, se lanza al río mientras caminan por la calle, tras divagar los dos amigos sobre la pareja y el papel de la mujer; la ven nadar plácidamente en las aguas frías y oscuras, exclaman: “¡Estás loca!”. La introducen con preocupación en un carruaje, y es entonces cuando le pide una cita a Jim para hablar, que un Jules casi implorante le insiste que acepte.
Pero Catherine acude tarde y no se encuentran. En la escena siguiente, el teléfono despierta a Jim: Catherine y Jules anuncian que se casan en Alemania.

Unos días después, estalla la guerra, la “Gran Guerra”. 
Algunas escenas de trincheras fueron tomadas en Beaumont-sur-Oise. Monumento a los caídos en la Primera y Segunda Guerra Mundial. Fotografía de P. Poschadel.
Las imágenes documentales de la Primera Guerra Mundial seleccionadas para la película muestran, a poca distancia de la cámara, movimientos en las trincheras y, explosiones, transmitiendo todo su realismo y crudeza.
En la primavera de 1916, Jim tiene un permiso de una semana en París. Gilberte, su amante, le ha estado enviando paquetes a las trincheras, y les vemos pasear. Ella no piensa en el matrimonio: “Estamos bien así”.
En esa conversación por la calle, un Jim de uniforme reconoce que no tiene noticias de Jules, pero “¿sabes?, a veces, en las trincheras, tengo miedo de matar a Jules”.
Cuando la guerra concluye, ambos están vivos; Catherine y Jules viven “cerca del Rhin” y tienen una hija, Sabine.
Jim viaja hacia la Alemania de esta postguerra, envía crónicas a los periódicos que le publican y visita los lugares donde combatió más duramente. Recorre los cementerios (“a los que llevaban de visita a los niños de las escuelas”) y busca los nombres de sus compañeros muertos. Estos pocos minutos son de los más emocionantes de la película, pues concentra en escasos planos una historia que claramente atraviesa al personaje.

El reencuentro de Jim y Catherine parece congelado en el tiempo: “Jim tuvo la impresión de que ella llegaba con un poco de retraso a la cita del café”; por otra parte, los dos amigos se miran y se besan:
“-  No ha cambiado, Jim
 -  No ha cambiado, Jules
 -  Oh, vaya, nadie ha cambiado”, exclama Catherine
En verdad, los tres parecen más jóvenes: Jim se ha afeitado el bigote, Catherine se ha cortado el pelo, y Jules lo lleva revuelto.

La interpretación de Oskar Weiner, explicando que le han encargado un libro sobre libélulas que ilustra Catherine,resulta conmovedora. Como en la mayor parte del metraje de la película, desprende fragilidad, candor, sensualidad. Ahora ya no fuma: observa las plantas. “Tiendo erróneamente a especializarme demasiado, envidio su enorme capacidad para diversificar, Jim.”
Jim rememora una pregunta que hizo a su profesor:
- Pero,  ¿qué puedo ser? Un curioso.
- Eso no es una profesión todavía; viaje, escriba, traduzca, aprenda a vivir en cualquier sitio, empiece en seguida; el futuro es de los curiosos.

Cuando se despiden después de un día idílico, Jules le dice a Jim “tengo que hablarle”; le pregunta por Catherine. Jim cree que "el matrimonio y la maternidad le han sentado bien. La encuentro un poco menos cigarra, un poco más hormiga”, pero Jules le transmite sus temores: “Puede ser (…) pero cuando las cosas van demasiado bien suele estar descontenta. Cambia de aspecto y lo fustiga todo con gestos y palabras (…) Jim, tengo miedo de que nos deje.” Ante la incredulidad de Jim, oimos que Catherie se ha marchado en ese tiempo seis meses, y Jules teme que vuelva a ocurrir: “¿Sabe, Jim? Ya no es del todo mi mujer. Ha tenido amantes. Tres, que yo sepa…”

Albert, el amigo de las diapositivas, herido de guerra, vive ahora en un pueblo cercano y ha hablado con Jules acerca de casarse con Catherine y llevarse a la pequeña Sabine. Tras esta confidencia, Jules sigue hablando: “Cuando cree que no se la aprecia lo suficiente, se muestra terrible, pasando de un extremo a otro con ataques repentinos”.
En el fondo, Jim no está sorprendido. 
Catherine también quiere hablar con él.
Pero “no quiero decirle nada, quiero preguntarle.”
El tono festivo, casi circense, con que George Delarue abre la película, choca con el tema musical que nos propone para este momento.
Bajo un árbol y la noche, tras un preámbulo de medio minuto, una lenta inmersión en las delicadas e íntimas notas de Catherine et Jim, haciéndonos soñar, bailar con los ojos cerrados.
Jim le narra desde el principio su amistad con Jules en París, cómo la conocieron, lo que han vivido hasta entonces, las virtudes de Jules.
“Voy a repetir la historia como yo la he vivido”, dice entonces Catherine, “es la generosidad, la inocencia;  la vulnerabilidad de Jules la que me deslumbró y me conquistó; en contraste tan grande con los otros hombres (...) Creía que la felicidad le curaría esas crisis que tiene; pero debe curarse él solo de ellas. La felicidad, pues fuimos felices, no se instaló en nosotros y nos encontramos, cara a cara, desunidos.” 
Jeane Moreau lleva en las manos un helecho. Su relato prosigue cuando Jules parte hacia el este al estallar la guerra, sus sensaciones en el primer permiso: “Me sentí en los brazos de un extraño.” 
Tras nacer Sabine, le pide a Jules dormir en habitaciones separadas: “Te he dado una hija, para mí es suficiente (…) recobro mi libertad”. Albert “tiene esa autoridad que le falta a Jules (...) siento una profunda amistad hacia él, pero nada más”.
No pretende "haberlo contado todo en un momento…”
Jim la desea. Pero no quiere que deje a Jules. No sabe qué va a hacer él; por otro lado, piensa que, imperceptiblemente, ella trata de seducirle.
¿No tendría que aparecer Apollinaire por aquí, en Francia, en medio de todo? Pues sí, aparece. Es la escena en la que los tres, Albert, Jim y Jules hablan sobre la guerra, y entonces Jim menciona a un artillero que conoció, sin  mencionar el nombre de Apollinaire. Su relato va coincidiendo, punto por punto, con su relación con Madeleine Pagès (entrada de este blog, de 13 de abril).
Porque una historia como la de Apollinaire y Madeleine solo puede suceder en “esa especie de locura colectiva y la presencia de la muerte minuto a minuto” que es la guerra, la Gran Guerra.


Lo que hoy nos parece admisible, una mujer enamorada y amante de dos hombres, no era tan fácil de mostrar en una pantalla hace treinta años”, cuenta Claudine Boché, que montó la película.

¿Es sólo eso lo que cuenta, lo que muestra, la película?
En un momento, se convertirá en un poliedro de múltiples caras.

“François Truffaut”. Antoine de Baecque y Serge Toubiana. 
Traducción de Jesús Bretos. 

Plot Ediciones, 2005.

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