Me
llegó el correo electrónico de una amiga que aprecio mucho, en el que informaba
de la exhibición de este documental en una asociación. Mi confianza en ella y en su criterio, y que lo presentara como “sobre las mujeres en Kenia y sus
estrategias de resistencia” me animó a verlo.
La Serpiente de Hierro tiene que ser “de
hierro”, como la voluntad y la perseverancia, como esas “mala salud de hierro”.
El
documental se inicia con la introducción de los puntos de partida de algunos de
los vecinos del pueblo de Syumille, Kenia. El documental no es “sucio”, no se
muestran imágenes de dolor, dramáticas, insoportables.
Vamos recorriendo
espacios rurales y limpios donde se prepara comida cuando la hay. Cito de memoria, mientras recuerdo a un hombre
que cava en una tierra sin agua:
“Yo les digo a mis hijos, cuando me dicen que
tienen hambre y no tengo nada que darles, que no piensen el hambre que tienen
hoy, que piensen en el mañana. La educación les dará una vida mejor”. Le faltó
1 euro para matricular a su hija. Además, en el colegio, los niños se aseguran
una comida al día.
También
visitamos a una madre que acaba de dar a luz. El niño no tiene un peso normal. Su rostro es de cera.
De
pronto, algo sucede. Lo llaman la "estrategia comunitaria”. Es un programa diseñado y apoyado por el Gobierno
de Kenia, muchas instituciones, la ONU, grupos…
Puede que me equivoque con las cifras exactas, pero alrededor de 48
mujeres y 2 hombres, voluntarios, del pueblo –de la comunidad- son seleccionados
por los vecinos –por la comunidad- para recibir unos conocimientos suficientes
y muy efectivos que les permitan paliar el hambre, mejorar la higiene, las
enfermedades que provoca el agua contaminada, y hacerla potable; el VIH, las prácticas perjudiciales
de los curanderos.
Y
comienza el espectáculo. Es notable ver a un hombre con problemas oculares y
desdentado hacer entender a sus vecinos cómo funciona el VIH, con sencillez y constancia. Constancia y sencillez.
Una
mujer pregunta: “¿Pero el condón es para hombres o para mujeres?”
“Para
hombres”, contesta él, sin dudar y sin reírse. Insiste en la importancia de
hacerse pruebas para detectar el VIH: “Y si no quiere ponérselo, cuando él venga, tú sacas el que
llevas siempre contigo y se lo
pones”.
Más
adelante, este voluntario dice: “Hay que insistir y tener paciencia con ellos…
poco a poco.”
En un
grupo de mujeres se habla: “Cuando viene mi hombre, yo no le digo nada de la
prueba. Le preparo la comida que más le gusta, vamos a dormir, y al rato le
despierto y le digo.”
Ves a
un voluntario joven llevar en su moto, por una pista de tierra, a la madre y al
niño recién nacido al hospital. Sí: van los tres en la moto, y una cuarta
mujer. Lo hace cuando es una urgencia, cualquier día, a cualquier hora. El niño
ganó kilo y medio en una semana en el hospital. La madre pidió el alta para
volver al pueblo con sus otros cuatro hijos, aunque los atendía una voluntaria, que trató de hacerla cambiar de opinión.
Es el
mismo voluntario joven que da de comer a una anciana que ha perdido la vista,
cómo la anima a sentarse y a comer, cómo le
dice primero quién es, de qué se conocen. Saben que ella y sus familiares
no han comido nada en una semana. Dice, en otra secuencia:
“La clave… es sacrificarse… que entiendan lo que hacemos… al ver
que no hablamos, cuentan lo que ocultan…”
“Es lo que tienen…” (lo que tenemos,
añadiría yo).
El
documental finaliza con breves textos acerca de los resultados de la estrategia comunitaria. El 96% de las
enfermedades relacionadas con la contaminación del agua desaparecieron.
“Vamos
a cambiar la situación”, decía con convicción uno de los voluntarios.
Y una
de las vecinas: “Es el cambio lo que me hace permanecer aquí.”
Y otra:
“Son las madres las que cambiaremos Kenia.”
“Lo
cambiamos poco a poco… no podemos
abandonarlo.”
Los
promotores de salud, voluntarios, son la
serpiente de hierro de su propia comunidad.
Ayo Cabrera, en la presentación del documental
en la Universidad de Valladolid, finales de 2014
Guiada
por la confianza en mi amiga, una serpiente de hierro me mostró qué es
una estrategia comunitaria:
- Compromiso
con la comunidad (“es lo que tienen”)
- Sencillez (“que entiendan lo que hacemos”)
- Constancia
(“no podemos abandonarlo”)
Dar con
la clave.
Dicen
que la Primera Guerra Mundial no terminó en 1918, que su fecha de terminación
real coincide con la de la Segunda.
Hay una
gran guerra que no ha terminado, que se perpetúa: la del hambre, la del
bienestar de los otros, de todos, que sólo mejora con la concienciación, y
el compromiso de los miembros de nuestra comunidad más cercana, como nos enseña
Syumille y su serpiente de hierro.
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