domingo, 12 de noviembre de 2017

Poeta de guardia XXXV. Walt Whitman.



Allí, donde se levanta la ciudad de los más potentes oradores
            y de los poetas más robustos;
donde se levanta la ciudad amada por ellos y que, en gratitud,
            los ama y los comprende;
donde no existen monumentos de héroes, sino en las palabras
            y en los actos cotidianos;
donde la frugalidad ocupa su lugar y la prudencia el suyo;
donde los hombres y las mujeres dan poca importancia a las leyes;
donde el esclavo deja de ser esclavo, y el amo, de ser amo;
donde el pueblo se subleva, unánime, contra la incesante
            audacia de los elegidos;
donde los hombres y las mujeres se abalanzan bravíos como
            la mar, al silbido de la muerte, desencadena 
            sus devastadoras e ineluctables olas;
donde la autoridad exterior solo está precedida de la autoridad
            interna;
donde el ciudadano es la cabeza y el ideal social; donde el
            presidente, el alcalde, el gobernador -¿qué más?- son
            empleados asalariados;
donde los niños aprenden a ser la ley de sí mismos, y a depender
            solo de sí;
donde la juventud se ilustra con hechos;
donde la especulación crítica es estimulada;
donde las mujeres van en las manifestaciones públicas a par
            que los hombres;
donde las mujeres acuden a las asambleas lo mismo que los
            hombres;
donde se eleva la ciudad de los amigos más fieles;
donde se eleva la ciudad de la pureza de los sexos;
donde se eleva la ciudad de los padres robustos;
donde se eleva la ciudad de las madres de cuerpo fecundo;
¡donde se levanta la más grande ciudad!



Del “Canto del hacha”, de Walt Whitman (1819-1892).
“Obra escogida”, Penguin Random House, 2017
Traducción de Concha Zardoya.


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