“Por
doce días no me lavé la cara ni me quité las botas ni dormí un
profundo sueño”. Carta de Wilfred Owen a Susan Owen, su
madre, 1917.
Hace
poco, me levanté como casi todos los días para ir a trabajar. El
café sabía agrio, y me acordé de un bote de miel a punto de
terminar.
En
cuanto lo toqué, me vino a la cabeza el frasco de miel que me había
dado mi madre mucho antes del Covid:
“Mira, llévate miel. Andrés y Lubo han estado en Ucrania,
visitando a la familia, y me han dado dos frascos. No los vamos a
terminar los dos; llévate uno”.
Andrés y Lubo (Andriy y Lubo o Liubo, no sé escribirlo correctamente) eran vecinos de mis padres, en una de las decenas de urbanizaciones de la sierra de Madrid.
Mi
madre conocía a las familias: a la madre de Andrés, … hasta al
perro de Andrés. Solía hablarme de ellos, de ellas, y me
transmitía sus charlas. Tienen buena fama. A veces les hicieron reparaciones en casa, siempre cariñosos, respetuosos y
profesionales.
Fotografía: Roman Pilipey/EFE
Maldito
al que no aturden los cañones,
pues
será como piedra.
Triste
y mezquino sea en su miseria
aquel
que nunca tuvo sencillez:
a
conciencia eligieron ser inmunes
a
la piedad y a todo cuanto en el hombre llora,
ante
el último mar y las tristes estrellas (…)
Pero
todo ha cambiado. Mi madre ya no vive en la urbanización; apenas habla de ellos, aunque comenta alguna vez su preocupación por Lubo,
con cáncer de estómago el año pasado, y ha intentado hablar con
él. La última vez que le vimos fue por la ventanilla de un coche,
se acercó a saludarnos. Parecía saludable. Cómo estarán ahora.
Fotografía: Emilio Morenatti/AP Photo
Wilfred,
tú que salías de un mundo de poesía y decepciones, y de
buscarte a tientas en las noches de Burdeos.
Explotado como profesor
de inglés en una academia y buscando desesperadamente clases
particulares para sobrevivir (sin Internet ni Whatsapp), y llegaste a
las trincheras de Francia a finales
de diciembre de 1916,
que supiste lo que era una
lluvia torrencial que creíais que os ahogábais, aguantado casi bajo
tierra un bombardeo de más de cincuenta horas, hasta que los cañones
dejaron de funcionar, no daban más de sí.
Excavando trincheras, Kiev. Fuente: elobjetivo.com.ar
Y
responsable de diez hombre más jóvenes que tú, a los que tenías
que mirar los pies cuidadosamente cada noche, cuidados con aceite de
ballena, intentando burlar el intenso frío y la humedad, no fuese
que se nos escapase algo y hubiera que amputar.
En
la Guerra Fría no habrías sentido tanto miedo y piedad.
Si
tú también pudieras, en tus sueños,
caminar
tras el carro adonde lo arrojamos
y
ver cómo sus ojos se marchitan,
ver
su rostro caído, como un demonio hastiado;
si
pudieras oír con cada sacudida
cómo
sale la sangre de su pulmón enfermo,
obscena
como el cáncer, amarga como el vómito
de
incurables heridas en lenguas inocentes,
amigo,
no dirías entusiasta
a
los muchachos sedientos de una ansiosa gloria
esa
vieja mentira: Dulce et decorum est
pro
patria mori.
Decir
adiós a Kiev: a tus amigos, a tu familia, a tu amor, a quienes no
sabes cómo están. Tu lengua, tu barrio, tu hospital, tu trabajo.
Tus estudios, tu medicación, tu tratamiento, tu ropa, tus libros.
Tus ilusiones. Tus cosas. Imaginad decir adiós a Madrid, a
Barcelona. A Vigo, a Cádiz, a Bilbao. A Valencia. A Almería.
Casi
todos vamos en la misma balsa -más bien cayuco-, hacia la
incertidumbre.
Fuente: The Daily Mail
Decir
“hola” a los que dejan atrás vidas como las nuestras, que huyen
porque ya no existen esas vidas. De
donde sean. El campo “país” hace tiempo que está en blanco.
Decir
“hola” a la esperanza, a la vida.
Como
a Mia, que nació en el metro de Kiev, convertido en refugio, apenas
unos días después de la invasión rusa.
Wilfred Owen escribió en el Prefacio a su poemario, publicado tras su muerte:
"All
a poet can do today is warn".
("Todo
lo que un poeta puede hacer hoy es alertar”.)
Fotografía: Plaza Maidan, Kiev. Juan Antonio Segai.
* * * * *
["... these
elegies are to this generation in no sense consolatory. They may be
to the next. All a poet can do today is warn. That is why the true
Poets must be truthful."
"... estas elegías de ninguna manera pueden ser un consuelo para la
presente generación. Tal vez lo sean para la siguiente. Todo lo que
un poeta puede hacer hoy es alertarles. Por eso los verdaderos poetas
deben decir la verdad."
Del
Prefacio de Wilfred Owen a su poemario, escrito antes de morir a una
semana del final de la guerra, el 4 de noviembre de 1918.]
Traducción de los poemas y del prefacio:
Gabriel Insausti. “Wilfred Owen. Poemas de Guerra”. Acantilado.